El gato estaba inquieto, allí dentro no se veía nada. Empezaba a oler raro, y en poco tiempo el animal murió.
En la gran pizarra, el profesor explicaba unas complicadísimas ecuaciones. Los alumnos discutían las posibilidades de si el gato estaría muerto o todavía vivo.
En la última fila, Pedro, demasiado soñador, o demasiado torpe, pensaba que si el gato de Schrödinger estaba muerto, para qué tanta discusión. Y si estaba vivo, se iba a morir cuando le faltara el oxígeno dentro de la caja.